miércoles, 11 de marzo de 2009

‘NO ESPEREN UNA DELANTERA FANTÁSTICA NI UN TRASERO IMPRESIONANTE... ¡ES LO QUE HAY!’


El lunes se parará en el escenario más codiciado de Chile. Todas las miradas estarán sobre su cara, su pelo, sus gestos, sus tacones y vestidos comprados por internet. Pero nada la perturba. Está empoderada en su papel, dispuesta a jugar y también a poner límites... Total, está acostumbrada a controlar para triunfar. Y de la mano de Camiroaga, específicamente agarrada de su amorfo dedo gordo, se siente blindada.

Es la hora de la verdad. Soledad Onetto González (32) llegó esta semana a Viña y espera ansiosa el momento de salir al escenario. Confiesa que va a rezar mucho —está encomendada a una decena de santos— y que fijará su mirada en las primeras filas de la Quinta, puntualmente a la izquierda. Compró esas ubicaciones para que sus padres, hermano, cuñada y parientes estén a la vista entregándole confianza. Así, y agarrada del dedo gordo de la mano de Felipe, siente que nada puede salir mal. “Le dije: te prometo que voy a ser tu partner, tu aliada, pero cuando digan: con ustedes Felipe Camiroaga y Soledad Onetto, tienes que estar atento porque me puedo desmayar, sufro de pánico escénico. El pobre está convencido”.
—¿Y si resulta cierto?—
¡No! No me da miedo, ni terror, nada. Sólo siento mucho respeto por ese escenario. Lo que me da vértigo es cuando muestran al público con cámara aérea.
Ha sido el año de la Onetto. Contra todo pronóstico fue elegida por Canal 13 como la animadora de los 50 años del Festival de Viña del Mar; se alzó entre las figuras más creíbles de la televisión chilena; sus programas Cásate Conmigo y Estamos Conectados (Canal 13 Cable) fueron éxito total; y en marzo asumirá con Iván Valenzuela la conducción de Teletrece.

“Estoy acostumbrada a andar corriendo. Siempre tengo tres o cuatro proyectos en la mano. Además, soy de la teoría de que el trabajo nada engendra, sólo el pituto es fecundo”, dice lanzando una carcajada.

Su primera frustración laboral fue en el desaparecido canal Rock & Pop, donde llegó recién egresada de la Universidad Católica. “Había asumido la conducción del noticiero central. Pero esta maravilla comenzó a caerse con los rumores de que el proyecto se acababa.
Veía cómo las otras conductoras emigraban y yo me quedaba. Con el cierre pensé que se habían truncado todas mis posibilidades profesionales. Coincidió con que estaba a meses de casarme y no tenía ni uno... Llamé a la universidad y les pedí que me avisaran cualquier cosa. Así llegué a Full Canal, donde empecé con mi proyecto de tecnología. Claro, ahora puedo confesar que hubiese preferido política… pero calladita partí por ahí. Luego hice Cara & Sello en Mega y algunas cosas para Canal 13 Cable, hasta que me ofrecieron leer noticias con Ramón Ulloa en la mañana”. Incorporada al área de prensa del canal católico se convirtió en una de sus cartas fuertes.
Está de muy buen humor. Es el final de un día caluroso, en la terraza del Hyatt, repleta de gente que la mira y saluda a cada minuto. El arquitecto Cristián Boza, desde otra mesa y a grito pelado le jura que verá el festival sólo por ella y a cambio le pide que diga un par de garabatos para romper con el empaquetamiento de la animación.
Soledad ríe...
Tiene fama de acartonada y lo sabe. “Desde chica fui la encargada de llamar a la cordura a mi único hermano (Rafael), que es mayor. Jamás hice travesuras, era muy apegada a la norma. Mis papás no eran exigentes, pero yo sentía que tenía que responder. Sólo en cuarto medio me liberé arrancándome de clases con el grupo de las malvadas”.
—Y hoy en qué vereda está: ¿liberada o reprimida?
—Es contradictorio, pero sólo cuando tengo el control logro soltarme, en lo profesional y en lo personal. Por eso busco manejar las situaciones. Tiene que ver con pensar: solo yo sé hacer bien las cosas. Tengo un nivel de perfeccionismo alto. Al cumplir treinta entendí que es mi carácter y lo acepté.
“CUANDO RECIÉN ME CASÉ ERA INSO-PORTABLE.
Un vaso tenía que estar en un lugar específico y reclamaba si lo movían un centímetro. Cuando daba una comida, me paraba rápido a dejar todo impecable. Esos niveles de perfección requerían que tuviera todo bajo control. Después de ocho años de matrimonio me di cuenta de que no es importante”.
—¿En el trabajo es igual?

—En el fondo, leo noticias para tener el dominio de lo que pasa. De repente se cae el móvil, y ¿quién pone la cara? Prefiero hacerlo yo, estar atenta.

—Perdón, pero su marido aguanta tanto mandoneo...
—Rodrigo (Alonso) es un santo. Al comienzo me hacía la guerra para demostrarme que no me podía molestar porque la copa estuviese en otra posición. Me pasaba discutiendo tonteras domésticas. Con los años y la maestría de él para hacerme entender que daba lo mismo, maduré.
—¿Qué hace cuando algo no le resulta?
—Como buena italiana grito fuerte. El pobre Rodrigo se las lleva todas de frente y en la cara. En el trabajo me manejo con la voz alta, pero con claridad y respeto. No es fácil, todos están acostumbrados a verme contenta, soy bien payasa, por eso se nota cuando estoy molesta o en silencio. De hecho, si en medio del noticiero me pasa algo, me voy para adentro, me callo hasta que termina y ahí digo las cosas. Hablo de inmediato, nada de guardar.

—¿Y la pena, la demuestra?

—Lloro desconsoladamente... Al sentirme agobiada, al llevarme exceso de trabajo a la casa o cuando quiero que pare el mundo para bajarme.
—¿Sólo el agobio e impotencia la conmueven?
—También la vejez. Me impresiona la fragilidad con la que uno llega a esa parte de la vida. Soy súper creyente, y pienso que Dios hizo un mundo maravilloso, pero me pregunto: ¿qué pasó con la vejez?
—¿Le da miedo envejecer?
—No, la muerte. Morir es un tema en mi vida.
—Si es tan creyente debería tenerlo solucionado.
—No es por mí, creo que después viene algo mejor... Es por perder a los que quiero. Soy demasiado sobreprotectora, me creo la mamá de todos.Quizá por ese instinto maternal, desarrollado desde niña, buscaba un marido en cada pololo que tuvo. En total dos, cuatro años con cada uno.
“DESDE LOS QUINCE TENÍA EL VESTIDO DE NOVIA EN LA CARTERA.
Me quería casar con todos, era bien romántica, los tenía agobiados. Antes de conocer a Rodrigo estuve sola como un año, lo pasé chancho. Un día estaba trotando con la polola de mi hermano, hoy mi cuñada, cuando me confesó que le había dado mi teléfono a un amigo para una cita a ciegas. Estuvimos peleadas por eso. Ese amigo me llamó, salimos y me cayó pésimo. Todo mal. Aunque por esas cosas de la vida me invitó a bailar un tiempo después. Estaba acostada, pero me vestí, salí y me enamoré. Como cuenta la leyenda, después de unos años le dije: o te casas o me voy. Para mi sorpresa aceptó”.

—¿Por qué no han tenido hijos?

—Al principio decidimos pasar un tiempo solos, viajar. Con los años me sentí muy cómoda con esa vida, empezaron a salir proyectos para los dos... no había llegado el minuto. Ahora me encantaría tenerlos. Es el momento justo.

—¿Cuántos le gustaría?
—No soy de familias muy grandes. Me imagino dos. Lo único que tengo claro es que mi hija se va a llamar Sol. Ni Soledad ni nada, tendrá la potencia y la energía del sol.Por mientras, practica con sus sobrinas e invierte parte importante de su tiempo libre en cocinar. “Tengo como veinte libros, pero por más que me esfuerzo en hacer crème brûlée, y juro que quedó exquisita, los demás miran preguntando: ¿estos son huevos u omelette? Pero no me rindo”. Maniática como es confiesa: “Me gusta mi casita ordenada. Hace una semana, y producto de la ansiedad en que estoy, decidí cambiar de lugar todos los muebles”. También cuenta que “lo mío es el baile. Me fascina. Claro que ya no hay sitios en Santiago, no voy a ir a las discos de cabros chicos, por eso me encantan los matrimonios, lo paso increíble. Y lo otro es salir a comer, es parte de nuestra rutina con Rodrigo. Probamos desde el más taquillero hasta las picadas, pasando por el Dominó con el típico jugo de melón”.

—¿Quiénes son sus amigos?
—Pocos, pero buenos. Principalmente de la universidad, otros del colegio, de la vida...—¿Y del canal?—También. Ahí hay dos súper buenas amigas: Antonia Campero y Pili González. Son más, pero no puedo nombrarlos a todos. Tengo un grupo con el que nos juntamos a desayunar y tratamos de arreglar el canal, armamos y desarmamos nuestras vidas.“
ME RETÓ: NO TE PUEDES BAJAR DE UNA MONTAÑA RUSA PARA SUBIRTE A OTRA.

Es que mi mamá no quería que aceptara la animación de Viña. Tranquilízate, quédate haciendo lo tuyo, por qué tienes que tomar otro desafío... Pero desde el primer minuto sentí que era irrenunciable. Un poco más tranquila, racionalicé: tienes todo para quedarte en tu escritorio y hacer una linda carrera. ¿Va a influir el festival? No, porque puedes seguir haciendo televisión. ¿Te da miedo el escenario? No, me da nervios. Lo más fuerte, la exposición. ¿Estoy dispuesta a ser centro de noticia? Eso era lo más grave y concluí que lo sortearía con éxito. Creo que puedo cocinar esta crème brûlée sin que me quede como huevo”.

—¿Qué sintió al ser nombrada sin estar entre las favoritas del público?

— Mi primera respuesta fue agradecer. Es una tremenda muestra de confianza, de valorar mi trabajo. Lo hemos construido en conjunto con el canal. Y más a partir de marzo, cuando coanime Teletrece.

—¿Qué le producen las expectativas que se han generado en torno a usted?

—Un poco de ansiedad, pero no me preocupa. Con Felipe vamos a cumplir, no sé si todas las expectativas, pero estamos aquí por algo. A él lo valoran por su dimensión de animador y a mí como periodista. La gente está esperando ver en la Quinta lo que ha visto siempre, no a un personaje distinto. De hecho, fue la condición que puse para animar: ser yo.Igual, las últimas semanas las ha dedicado por completo a prepararse: clases de impostación, manejo escénico, elección de ropa, coordinación con Camiroaga. “El uso de la voz es una preocupación que tuve desde el principio. Tengo que cuidarme de no gritar. Los animadores tienden a hacer eso cuando la gente está muy eufórica. El resto ha sido ponerme en forma con Pilates y gimnasio para mover el brazo con dignidad. Además, hay un trabajo de postura, de escenografía. Respecto del contenido, es fácil por mi formación. Me das tres datos y puedo armar cinco minutos de disertación”.
—¿Tomará algún tranquilizante?
—Sólo rezar. De hecho, me tienen encomendada a todos los santos posibles.
“QUIERO AGARRARLE FUERTE EL DEDO GORDO A FELIPE Y SALIR.
¿Le has visto las manos? Tiene un dedo gordo enorme. Le dije que se lo iba a apretar hasta que me canse”. Ríe y continúa: “Sólo debo pedirle a Dios que todo salga bien. Tranquilidad, mantener el control de la situación, pero también gozarlo, vivirlo. Confío mucho en Felipe. Sé que me va a acurrucar y yo lo voy a apapachar porque anda medio guachito”.
—¿Qué papel hará usted al lado del estilo más ‘pelusa’ y relajado de Camiroaga?
—Me pasó una cosa muy especial con él. Lo conocí recién cuando nos presentaron a la prensa, pero con el tiempo logré encontrar a alguien más allá del personaje que ves todos los días en televisión. Entiendo su humor y él el mío. Y lo más importante es que es súper sincero, sencillo y tenemos buena onda. Pensamos lo mismo, no queremos ser protagonistas del festival, sino buenos conductores dentro de un estilo clásico. Tengo la ventaja —y descanso harto en eso— de que la gente quiere a Felipe, creo que ahí la gritadera va a ser descosida y nos van a pedir el beso... Es muy guapo, tiene una pinta impresionante. Mi primer pensamiento fue: ¡guau, qué alto es!

—¿Ese es un problema?

—No, nos hemos sacado fotos y nos vemos bien. Además, tengo unos zapatos que te mueres... No se va a notar la diferencia. Buscando en internet, no sé por qué compré tres pares de zapatos, que en mi vida me iba a poner. Los pedí y me llegaron al canal. Cuando vino lo del festival pensé: estos son los indicados, tacones muy altos, pero anchos.

—Ustedes partieron con lo del beso el mismo día que se conocieron.
—Fue la prensa que estaba ahí la que puso el tema. Yo sólo respondí lo que me preguntaron.
—Es un juego.
—Lo sé y estoy dispuesta a entrar hasta donde me sienta cómoda. Me dicen: cómo te estás preparando para el beso con Felipe. No hay nada, aunque él sostiene que soy súper coqueta, cosa que reconocí en su programa. Me gusta también esto que se ha generado, esa espera por el beso, es parte del festival... aunque tiene un límite.

—¿Por qué no quiere besarlo, usted sabe que es una jugarreta, la razón es religiosa, es pecado?

—Para nada. La única explicación es que jamás haría nada para dañar a Rodrigo. Pese a que es un show, sé que él se sentiría mal. Lo pondría incómodo ante terceras personas.

—¿El se lo pidió?

—Ni siquiera se lo pregunté porque nunca me puse en esa situación. A lo mejor sí lo comprendería, pero otros no y no quiero ponerlo mal con sus cercanos, no se lo merece, mi respeto es primero con él.

—Se juntaron con Vodanovic, ¿qué les dijo?
—Nos recomendó tomar caldo de carne para cuidar la garganta, te mantiene bien y despierto. Y que fuéramos auténticos. Esa es la clave, no hay que robarse el espectáculo. Con Felipe tenemos clarito que no somos los protagonistas, sólo conductores.—Adelántenos los vestidos.—Los elegí por internet con Sarika Rodrik. Tengo varios Valentino en rojo, negro... pedí colores fuertes, pero fue un poco a la suerte de la olla.

—¿Qué ha pensado con el pelo?

—Voy a trabajar con el equipo del canal. Nada mejor que estar con la gente de toda la vida. Ellas se merecen este premio también, estar en el festival.

—¿Qué exigencias hizo para el camarín?
—Eso es muy gracioso. Me llegó un mail muy formal: Sole, Felipe, necesito sus requerimientos para el camarín… Curiosamente los dos respondimos: ¿es broma? Como era en serio, me aproveché del pánico y pedí chocolates, fruta fresca, toallas blancas, agua...

—Felipe va a comprar tierras, ¿qué hará usted con la plata que ganará?

—Cuando me ofrecieron esto estuve de acuerdo con los honorarios, pero si me lo preguntas ahora creo que debió ser el doble con todo lo que me ha tocado hacer. Estoy trabajando desde agosto. Ahorraré, pienso mucho antes de gastar.

—El festival también es un show fuera de la Quinta, ¿hasta dónde seguirá el juego de la farándula?

—Hasta donde me sienta cómoda. Lo que me haga sentir tirante lo evitaré. En todo caso, la ola igual te lleva, aun en mi calidad de periodista.
—Repite mucho el ser periodista: ¿es una desventaja o un plus?

—Sólo estoy diciendo que se van a encontrar con Soledad Onetto, ni más ni menos. No esperen un metro ochenta, con una delantera fantástica y un trasero impresionante, es lo que hay. Es una apuesta súper jugada del canal.

—¿Teme desperfilarse?
—Respeto todas las formas de hacer periodismo y avalo que algunos piensen que no es serio que una periodista se pare en el escenario del Festival de Viña. Pero la diversión es tan importante como la seriedad.A esa mezcla le agrega la política, un área que le gusta y que este año podrá desarrollar más desde la conducción del noticiero central, aunque a la hora de opinar y dar a conocer sus ideas es muy reticente.
—¿CUÁL ES SU POSTURA POLÍTICA?

—Prefiero mantener la independencia frente a los entrevistados.

—Pero todo el mundo tiene por último cierta simpatía hacia alguien..
—No es un tema de conversación ni de entrevista. Como periodista debes resguardar la autonomía, es una premisa. Puedo opinar en general sobre la carrera presidencial, nada más.
—Pensé que era cercana a Soledad Alvear.
—No. La quiero un montón, pero nunca le he hecho alguna asesoría ni nada parecido. La encuentro genial, nos vimos en un recital de Lucho Jara y hemos coincidido en otros lugares, por eso nos han visto juntas. Es una mujer súper inteligente, es una lástima que se haya retirado de la presidencia de la DC, se lo dije personalmente.

—¿Qué opina de la Alianza?

—Está con fuerza, con ganas, más ordenada. Y la Concertación creo que está buscando su rumbo, principalmente por cómo se ha comportado la DC y el PPD, uniéndose. Después de la bajada de Insulza, tienen más claridad sobre la propuesta que quieren hacer. Sin embargo, esta será una campaña súper dura.
—Sobre las presidenciales, ¿Frei o Piñera?
—Que muestren sus programas de gobierno primero. Este será un año entretenido, sólo eso.
—Si no quiere hablar más de la carrera a La Moneda, pasemos entonces a la presidenta Michelle Bachelet...
—Me encanta. Me tocó entrevistarla. Es una mujer muy tranquila. Pese a todos los problemas que ha tenido, su popularidad crece o se mantiene. Es transparente, habla lo que piensa. Una mujer que está cómoda en su piel. No quiere ser más ni menos política, no trata de inventar un personaje a la ciudadanía, es nomás. Bachelet es súper valiente, ha hecho lo mejor para este gobierno, no ha escatimado en esfuerzos personales ni de su equipo para sacar adelante la administración. Ha puesto lo mejor de sí al servicio de la comunidad, con un costo íntimo grande.
—Parece que se siente identificada...

—Totalmente. Además, ella no era de la política tradicional, pero es temeraria y auténtica. Nada la saca de sí, ni el traje de baño. Eso no lo tiene ningún otro político chileno, ninguno.
—Y a usted, ¿qué la saca de su centro?
—La falta de lealtad.
Asegura que cuando se baje de la Quinta Vergara seguirá siendo la misma. Cambiará el switch y se meterá de lleno en Teletrece, su gran proyecto para el 2009. “Pedí el hotel hasta el domingo para dormir más, y el lunes 2 de marzo comienzo a trabajar”.
—Nada la perturba.
—Soy de paciencia y trabajo oriental. Si hay una meta, la cumplo con el esfuerzo que implique.
—¿Volvería el próximo año a Viña?
—Primero quiero subir, mirar, olfatear a Camiroaga —en el buen sentido de la palabra—, al público... y quedarme con una conclusión. Ahí veré.






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